jueves, 27 de mayo de 2010

Fotografía


Claro del cielo imperecedero

murrio me guardo tu afonía

Fariseo sonriso, regalo del mar

murrio me guardo tu silencio

Canto y vestigio de nuestra ternura,

recuerdo

Estrella de sal en mis labios trepidante,

áureo cordel del arpa solar, te concedo un lugar

Timo del tiempo, te concedo un lugar

crueldad de la vida, te concedo un lugar

Manos de luz que alivia

Tierno y distante sueño que se enerva con el tiempo...

melancólico me guardo tu silencio






sábado, 22 de mayo de 2010

Samsara


Que persista la alborada

que persistan la noche y el céfiro en el piélago

que se queden todos

ya el paladar y la vista se nublarán de arena

ya me cobijarán confusas el alba y las sombras

¡hállense las flores en su morada!

agostarse sobre lo marchito es inane... ya no las veo


quiero abandonarme en cada grano de arena


¡qué es el tiempo sino la esfera que lo transforma todo!


¡qué es el hombre salvo peldaños que llevan a la nada!


arriba las aves se esfuman entre nubes


en su plumaje llevan mis palabras


las nubes; quimeras


las aves; mis sueños


la roca de la orilla; el hombre ante el olvido





jueves, 20 de mayo de 2010

Luna


No quiere el cielo por parecer de lapislázuli
ni de ultramar anécdotas ni perlas aunque es curiosa,
No quiere de los astros sus secretos
ni de la luna anónima promesas,
Tampoco quiere melodías en el viento
quizás del agua del vado, de sus náyades, lamentos;
mas nó caricias en sus pies del lecho ceniciento.
No quiere
ni la soledad ni el silencio de los montes viejos;
pero tampoco la muerte
ni la lucidez del nacimiento,
la quiere a ella.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Tampico viejo


Perdido en la sonoridad del tiempo...

martes, 18 de mayo de 2010

Campamocha

Me inquietó, fueron segundos de sentirse como ante la madre con esa maldita mirada de que se ha obrado mal. Si algunos animales parecen ocultar en sus miradas –cual si se tratase de personas- ignoro qué sentimientos o pensamientos, he advertido en sus ojos una especie de prisión, personas atrapadas en esos cuerpos, personas que piden por medio de una mirada de desgracia que se les mate, se les aplaste, yo que sé; pero el insecto estaba allí, aferrándose con todas sus patas a la protección de la ventana del bar –por donde suelo sentarme para escupir hacia la calle cuando el cigarro me provoca nausea-
La nausea, el insecto y yo, enfrascados en el rincón de una cantina, tiré el cigarro por la ventana y escupí al animal que, aunque acerté -¿y cómo saber si el pinche animal te mira o no, si te lanzará su veneno o no, si te saltará a la cara o no? Estaba ebrio, y tuve miedo- no se movió ni me quitó la mirada de encima. Con el pretexto de mi cerveza vacía caminé hacia la barra del bar ahora con los ojos lacrimosos, los labios y el rostro helados por la baba que en gran parte se estancaba en mi barba, en el trayecto se me arqueaban las piernas y se me congelaban, inútiles, las manos. Sólo unos segundos y las lágrimas lo habían transformado todo, yo deambulaba borracho en un palacio de luces, gemas y espejos; pero era el efecto de las lágrimas y fue casi imposible controlar las extremidades, así que volví a la ventana, a mi banco en el rincón, donde el insecto en la ventana tratando de hipnotizarme a como diera lugar, tratando de hacerme entender su pinche enigma que, por encontrarme ebrio, no descifré.
Lo que pasó fue que lo volví a escupir, y como no se iba lo aplasté con un periódico enrollado que estaba sobre la mesa contigua. El mesero me dijo: ¡No mames cabrón mataste una esperanza! –una mantis, le dije- ¡qué te hacía la pinche campamocha!